Ingrediente Clave para la Felicidad

Si tuviera que elegir un ingrediente clave en la receta de la felicidad diría que es “amarse y aceptarse uno mismo, tal como es”, mirar al interior y abrazar el ser que habita dentro con todo lo que es.

A lo largo de nuestro recorrido hemos tenido tropiezos, nos hemos equivocado y cometido errores, pero todos ellos son parte de nuestra historia y de quienes somos hoy. Para caminar en la senda espiritual y encontrar la paz y la felicidad es imprescindible aprender a perdonar con amor nuestros errores y a comprender que cada equivocación cometida es por desconocimiento pero que, a través de ellos, aprendemos valiosas lecciones.

Sin embargo ¡cuán duramente nos condenamos y nos castigamos a nosotros mismos cuando nos equivocamos!  ¿Por qué nos cuesta tanto amarnos? ¿Por qué nos resulta más fácil perdonar los errores ajenos que los propios? Es porque no nos prestamos atención, nos olvidamos de nosotros mismos y creemos que lo que ocurre afuera tiene más importancia que lo que ocurre en nuestro interior.

“Ama a tu prójimo como a ti mismo” dice la biblia, estamos tan preocupados de lo exterior que solo podemos leer que hay que amar al prójimo, pero olvidamos el “a ti mismo”. No nos damos cuenta que no podemos amar a nadie si primero no estamos  llenos, colmados de amor por quienes somos, porque en definitiva nunca podremos  dar lo que no tenemos.

Por eso si queremos ser felices debemos comenzar por amarnos tal cual somos, aceptando cada pedacito, aceptar nuestro aspecto físico, nuestra personalidad, nuestro carácter, amarnos completa e incondicionalmente con nuestros errores e imperfecciones del pasado y los errores que puedan venir en el futuro.

Nuestro ser es un hermoso regalo, no es un castigo, ni un peso que debemos cargar. Cuando nos miramos de esa forma es cuando comienza a despertar nuestra conciencia porque el autoconocimiento es el único camino espiritual que nos lleva a Dios. No podemos conocer a Dios plenamente a menos que nos conozcamos plenamente a nosotros mismos, recuerda que fuimos hechos a su imagen y semejanza.  En definitiva, amarnos es amar a Dios porque es Él quien habita en nuestro interior.

 “Cuanto más conocemos de nosotros mismos, más conocemos a Dios, pues nos hizo como Él Mismo” – San Agustín.

Por Marcela Allen Herrera

¡ Suscríbete a nuestro blog!

¡Regístrate para recibir Felicidad en tu correo electrónico!

No enviamos spam. Lee nuestra política de privacidad para obtener más información.

Te puede interesar...