¿Por Qué a Mi?

De la misma forma que crecemos físicamente, nuestra consciencia va creciendo a medida que pasan los años. No solo maduramos en un sentido externo, sino también interno. Estos dos no siempre van de la mano y es por esta razón que es muy común ver adultos que aún no tienen mucha claridad sobre el funcionamiento de la vida, lo que les hace sentir confundidos y aproblemados.

Para encontrar las respuestas, debemos avanzar por la senda espiritual y crecer interiormente, sin esto no podremos experimentar verdadera felicidad, aquella que proviene del interior.

Para comenzar el camino espiritual lo primero que debemos hacer es tomar la responsabilidad de nuestra vida y renunciar para siempre a la consciencia de víctima, es decir dejar de pensar que  no tenemos ningún control sobre nuestra  vida o nuestras emociones, creyendo que las cosas simplemente nos  suceden y buscando culpables por nuestra  actual situación.

La persona que vive aún en la consciencia de víctima, siempre buscará a alguien a quien culpar por lo que le sucede, cree que la infelicidad es a causa de su pareja, su jefe, sus padres, su mal carácter, la mala genética que llevan dentro…  “No quiere ser así, pero qué va hacer…  no puede ser distinto(a)”.

Pero esto no es cierto, ni siquiera la genética es excusa, porque hay numerosos estudios que demuestran que nuestro ADN nos da tendencias de patrones a seguir solo si los dejamos, a cada minuto, cada segundo la decisión es nuestra.

Con esta consciencia de víctima, no solo se hace infeliz a sí mismo, sino también a quienes culpa, porque olvida que todos actuamos de la mejor forma que nos es posible, damos lo mejor que podemos, entonces criticando y poniendo su carga en los hombros de los demás nos resuelve nada, al contrario se ata cada vez más porque acumula rabia y resentimiento. Al final lo único que nos puede liberar es el amor, pero ese actuar está muy alejado del amor, que es comprensión, tolerancia, compasión.

Pero llega un momento en la vida, (a todos nos llega) en que comienza a despertar y darse cuenta que es como que los problemas “le persiguen”, se da cuenta que siempre hay un factor común en todas las dificultades que enfrenta y es Él mismo. Los problemas y conflictos están donde está Él.

Entonces en lugar de seguir culpando, se detienen un momento y se pregunta ¿Por qué Yo tengo estos problemas? ¿Qué puedo cambiar o mejorar YO? ¿Qué hay en MI conducta que debiera ser mejor? En ese momento comienza un nuevo camino, porque se da cuenta que si puede tener el control de su vida y que sin importar como actúen los demás, siendo él mejor, su mundo mejorará automáticamente.

Todo lo que vemos, todo lo que existe fuera está dentro de nosotros, las personas simplemente llegan a nuestra vida a mostrarnos el reflejo de lo que tenemos dentro y darnos una pista sobre qué debemos cambiar.

Debes comenzar conociéndote a ti mismo, analiza tu mundo como está, qué es lo que ves y luego busca dónde se originan esos conceptos en tu interior. Comienza a limpiarte internamente, a barrer tu vida de todos aquellos miedos que están en ti y que aparecen hoy  en tu vida  disfrazados de celos, de envidia, de rabia, de inseguridad.  Erradica el miedo de raíz y aprende a confiar que somos guiados y protegidos, deja las cosas externas como están, no pretendas cambiar a nadie, simplemente anda a tu interior, aprende a amarte de verdad y a perdonar tus errores y de los demás.

Reconcíliate con la vida, limpia todo hasta que encuentres la luz del amor en tu interior y cuando lo hagas conéctate con ella y deja que comience a irradiar tu vida.  Verás cómo esa luz se lleva todos los problemas, las personas conflictivas y sobre todo, lo más importante, te dará nuevos ojos con los que podrás mirar con amor y compasión.

De esta forma irás elevando tus niveles de conciencia y dejando que Dios actúe por tu vida, hasta llegar al conocimiento que entre tú y Dios no hay separación, que vives en él y él vive en ti, y en esa comunión solo puede existir felicidad.

Por Marcela Allen Herrera

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