Ser Como los Niños

Sabemos que lo correcto es comportarse siempre como adultos. Si alguien nos dice que somos “Infantiles” o  “Niños chicos”, es simplemente a modo de insulto, por tanto debemos actuar de tal forma que demostremos lo contrario.

Ser adulto es estar serio, guardando en todo momento la compostura, dejando de lado la espontaneidad y la franqueza; es elegir cuidadosamente el disfraz y la máscara que se ajuste a cada una de las etiquetas que llevamos; es dejar la niñez muy atrás, teniéndola solo como un recuerdo lejano. Sin embargo constantemente pensamos en ella con nostalgia y nos acordamos de lo maravillosa y feliz que fue aquella etapa. Y como no añorarla, si cada día era maravilloso. No perdíamos el tiempo recordando cosas pasadas o esperando a que llegara “mañana”. Simplemente vivíamos en el “Hoy”, jugábamos, reíamos, cantábamos, llorábamos, nos enojábamos, todo “Hoy” y no quedábamos  atados a nada.  Un minuto podíamos estar llorando muy tristes, pero al minuto siguiente ya se nos había olvidado y estábamos riendo con todo el corazón. No quedábamos recordando el momento que nos hizo llorar, ni dando vueltas una y otra vez a lo mismo, ¡ya pasó, ya se olvidó!

Por eso éramos tan felices, porque sabíamos cómo vivir la vida. No teníamos ninguna  etiqueta que representar, ni recuerdos que llorar, ni futuros que esperar.  Mostrábamos abiertamente nuestros sentimientos, sin miedo a que por ello nos quisieran menos. Expresábamos  todo lo que sentíamos. Si nos enojábamos entonces le decíamos a nuestra mamá: “No te quiero” y eso es lo que estábamos sintiendo en ese momento, pero al minuto siguiente ya habíamos olvidado el enojo y amorosamente la abrazábamos diciéndole “Te quiero mucho” y eso también era verdad porque perdonar y olvidar era muy sencillo.

La vida era un juego, trepábamos los árboles, corríamos y saltábamos en los parques. Dejábamos volar nuestra imaginación, podíamos ser artistas, cantantes; no importaba lo que los demás pensaran de nosotros, éramos libres y espontáneos.  Soñábamos con llegar a tener las ocupaciones más diversas, queríamos ser astronauta, payaso, bombero. No pensábamos  cual sería nuestro salario, más bien pensábamos en que tan entretenida seria nuestra vida.

Mirábamos con asombro todo lo que nos rodeaba porque todo nos parecía hermoso, mágico. Nunca nos aburríamos, no importaba donde estuviéramos siempre había algo en que entretenerse. Tampoco teníamos el concepto del tiempo, no había horas interminables, ni días demasiado largos o demasiado lentos o días acelerados. Si eran las 4, las 5, las 10 que importaba… era de día o de noche, jugar o dormir, ya está. Si, por eso recordamos con nostalgia porque sabíamos cómo ser felices.  Ya lo decía Jesús – “Si no se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos”   – el reino de los cielos es aquí y ahora, pero solo lo podremos ver si dejamos salir al niño que llevamos dentro.

Hoy yo quiero proponerte algo, ¿qué tal si por un día volvemos a ser niños?  Si dejamos de lado todas las máscaras y nos mostramos tal cual somos. Si por un día nos permitimos reír tan fuerte como queramos, mirando la vida con el asombro de un niño. Por un día liberémonos de todo aquello que nos mantiene atados, de los recuerdos, de las preocupaciones, solo viviendo el presente y enfocandonos en el ahora.

Cantemos fuerte, que todos escuchen nuestra canción para que sepan que estamos celebrando la vida porque la vida es eso, celebración. Regalemosle un día al niño que llevamos dentro, solo un día, dejémoslo que salga a jugar y nos muestre como se vive.

Marcela Allen Herrera

¡ Suscríbete a nuestro blog!

¡Regístrate para recibir Felicidad en tu correo electrónico!

No enviamos spam. Lee nuestra política de privacidad para obtener más información.

ARTÍCULOS INTERESANTES

PUBLICIDAD

ARTÍCULOS INTERESANTES

PUBLICIDAD