Por Prentice Mulford.
A Todo ser humano le pertenece un Ser Superior y un Ser inferior – un Ser o mente del espíritu que ha crecido por siglos; y un Ser del cuerpo, que no es sino cosa de ayer. El Ser superior está lleno de ideas, sugerencias y aspiraciones, esto lo recibe del Poder Supremo. Sin embargo, el ser inferior considera todo esto como salvaje y visionario.
El Ser Superior cree en posibilidades y un poder para nosotros mayor del que los que los hombres y las mujeres ahora poseen y gozan. El Yo inferior dice que sólo podemos vivir y existir como los hombres y mujeres han vivido y existido antes que nosotros.
El ser superior anhela la libertad de los pesares, las limitaciones, los dolores y las inhabilidades del cuerpo. El ser inferior dice que nacemos para ellos, nacimos para enfermos, nacimos para sufrir y debemos sufrir como tantos antes que nosotros.
El ser superior quiere un estándar propio sobre el bien y el mal. El yo inferior dice que debemos aceptar un estándar hecho para nosotros por los demás, por la opinión general, la creencia y los prejuicios sostenidos por largo tiempo.
Existe un adagio profético que dice: “Se fiel a ti mismo”… ¿Pero a cuál Yo? ¿Al superior o al inferior? Vemos que en un sentido podríamos decir que tienes dos mentes: la mente del cuerpo y la mente del espíritu. El Espíritu es una fuerza y un misterio. Todo lo que sabemos o podemos saber de él es que existe y está siempre trabajando y produciendo todos los resultados en las cosas físicas visibles, de sentido físico y muchas otras que no se ven.
Lo que se ve, de cualquier objeto, un árbol, un animal, una piedra, un hombre, es sólo una parte de ese árbol, animal, piedra o hombre. Hay una fuerza que por algún tiempo une estos objetos en la forma en que los ves. Esa fuerza está siempre actuando sobre ellos en mayor o menor grado. Forma la flor hasta su máxima madurez. Cuando cesa de actuar sobre la flor o el árbol causa lo que llamamos decadencia. Está constantemente transformando la forma de lo que se llama materia organizada. Un animal, una planta, un ser humano no están en la misma forma física este mes o este año, de lo que estarán el próximo mes o el próximo año. Esta fuerza que se encuentra detrás, que está siempre actuando, siempre variable y que, en cierto sentido, crea todas las formas de la materia, es lo que llamamos Espíritu. Ver, razonar y juzgar la vida y las cosas en el conocimiento de esta fuerza, hace lo que se llama la “Mente Espiritual”.
A través del conocimiento, tenemos el maravilloso poder de usar o dirigir esta fuerza, cuando la reconocemos y sabemos que existe para darnos salud, felicidad y eterna paz mental. Compuestos como somos de esta fuerza, estamos atrayendo cada vez más de ella hacia nosotros y haciéndola una parte de nuestro ser.
Con más de esta fuerza, debe venir más y más conocimiento. Al principio en nuestras existencias físicas le permitimos trabajar ciegamente. Entonces estamos en la ignorancia de esa condición conocida como la mente material. Pero a medida que la mente, a través de su crecimiento o aumento de este poder, se vuelve cada vez más despierta, se pregunta: “¿Por qué viene tanto de dolor, tristeza y decepción en la vida física?” “¿Por qué parece que nacemos para sufrir y decaer? Esa pregunta es el primer grito del despertar de la mente espiritual, y cualquier pregunta seria o demanda por conocimiento, debe ser contestada en el tiempo.
Extracto del libro “Leyes y Secretos en el Mundo del Pensamiento” – Traducción de Marcela Allen