Las personas están ansiosas por mejorar sus circunstancias, pero no están dispuestas a mejorarse ellas mismas. Por lo tanto, se mantienen atadas. El individuo que continuamente se mejora a sí mismo, nunca puede fallar en lograr el objetivo sobre el cual fija su corazón. Esto es tan cierto de las cosas terrenales como celestiales. Incluso el individuo cuyo único objeto es la adquisición de riquezas debe estar preparado para hacer grandes sacrificios personales antes de que pueda lograr su objetivo; y ¿cuánto más preparado aquel que quiera lograr una vida fuerte y próspera?
Aquí está un hombre que es miserablemente pobre. Él está muy ansioso de que su entorno y las comodidades de su casa sean mejoradas. Sin embargo, todo el tiempo elude su trabajo y considera que está justificado al tratar de engañar a su empleador basándose en lo insuficiente que es su salario. Tal hombre no entiende los simples fundamentos de los principios que son la base de la verdadera prosperidad. Él no sólo es totalmente incapacitado para salir de su miseria, sino en realidad está atrayendo a sí mismo una miseria aún más profunda al habitar y actuar de acuerdo a pensamientos indolentes, engañosos y deshonestos.
Aquí está un hombre rico que es víctima de una dolorosa y persistente enfermedad como resultado de la gula. Él está dispuesto a dar grandes sumas de dinero para sanarse, pero no va a sacrificar sus glotonerías. Quiere satisfacer su gusto por los alimentos suntuosos y poco saludables, pero también tener salud. Tal hombre es totalmente incapaz de tener salud, debido a que aún no ha aprendido los primeros principios de una vida saludable.
Aquí está un empleador que adopta medidas deshonestas para evitar el pago del salario reglamentado y, con la esperanza de obtener mayores beneficios, reduce los salarios de sus trabajadores. Tal hombre no está preparado para la prosperidad. Y cuando él se encuentre en quiebra, tanto en lo que respecta a la reputación como a la riqueza, culpará a las circunstancias, sin saber que él es el único autor de su condición.
He introducido estos tres casos simplemente como una ilustración de la verdad de que el hombre es la causa (aunque casi siempre inconsciente) de sus circunstancias. Eso, mientras aspira a un buen final, él está continuamente frustrando su realización al fomentar pensamientos y deseos que no armonizan con ese fin. Tales casos podrían variarse y multiplicarse casi indefinidamente, pero esto no es necesario. El lector puede, si así lo resuelve, rastrear la acción de las leyes del pensamiento en su propia mente y su vida y mientras no haga esto, simples hechos externos no sirven como base de razonamiento.
Es agradable para la vanidad humana creer que uno sufre a causa de su propia virtud. Pero hasta que un individuo no haya extirpado cada pensamiento malsano, amargo e impuro de su mente ¿puede estar en una posición de saber y declarar que sus sufrimientos no son el resultado de sus malas cualidades? En el camino a la perfección suprema, encontrará trabajando en su mente y en su vida, la Gran Ley que es absolutamente justa y que no puede dar bien por mal, ni mal por bien. Con la posesión de tal conocimiento, él sabrá entonces, mirando hacia atrás en su pasada ignorancia y ceguera, que su vida es y siempre fue, justamente ordenada y que todas sus experiencias pasadas, buenas y malas, fueron fruto imparcial de la manifestación de su propio ser en su etapa de evolución.
Los buenos pensamientos y buenas acciones nunca pueden producir malos resultados. Los malos pensamientos y malas acciones nunca pueden producir buenos resultados.
Extracto del Libro “Como el Hombre Piensa” de James Allen – Wisdom Collection