Yo soy consciente de mi unificación de naturaleza con el Padre. Sé que Dios es todo y que no hay otro sino Él.
Ya que Él es todo y aun “Yo soy”, por lo tanto, “Yo y el Padre somos Uno”. Ya que somos uno, yo comparto su naturaleza y sus recursos. Todo lo que el Padre tiene es mío. Mi alma se emociona con la maravilla de ello, mi pensamiento se amplía, paso a experiencias profundas de dicha en la revelación que es mía.
Yo puedo, porque Dios puede. Yo sé, porque soy instruido por Aquel que sabe. Yo no puedo fallar, porque Dios no desfallece, tampoco se cansa. Yo espero en el Señor para que Él renueve mis fuerzas. Yo confío en el Señor y, por lo tanto, soy como el Monte Sión que no puede ser movido, sino que permanece para siempre.
Ahora, toma un tiempo para meditar sobre los maravillosos poderes y posibilidades abiertas para ti. Tus recursos no pueden fallar. El fracaso se debe al hecho de que no has reconocido tu verdadera naturaleza divina y no has recurrido a Dios. Toma lo que quieras. Pide y recibirás.
Luego, medita en el hecho de que al compartir la naturaleza de Dios no hay mente en el universo más grande que la mente en ti. ¿Por qué, entonces, deberías encogerte ante las opiniones de las personas? ¿Por qué deberías caminar con miedo a las críticas, la tradición o el prejuicio de los demás?
Yo formo mis propias opiniones, yo hago mis propios juicios, establezco mis propios estándares. Yo soy una persona. Soy un maestro de la vida. No trato de decirles a los demás cómo deben ir. Por mi vida, les muestro cómo pueden ir.
Yo me alegro por esta nueva libertad de conciencia. Me alegro de compartir la naturaleza de Dios porque esto significa que yo soy eterno, yo soy indivisible del Padre, yo soy verdad, yo soy vida, yo soy sabiduría, en mi ser interior. El ser interior es perfecto y día a día mostraré esta perfección en mis actos y pensamientos. Yo Soy un hijo del Dios vivo. Y me alegro.
Extracto del libro “La Ley de la Mente en Acción” por Fenwicke Holmes -Wisdom Collection
