La Luz Espera Detrás de las Nubes

La vida, como una montaña rusa, tiene altos y bajos. Hay días en los que todo parece ir bien, y otros en los que nada parece funcionar. Experimentamos momentos en los que nos sentimos amados y valorados, y otros en los que nos sentimos solos e incomprendidos. A veces estamos llenos de optimismo y fuerza, y otras veces solo vemos nubes oscuras en el horizonte. Así es la vida, un juego de luces y sombras; es como el clima: a veces hay sol, nubes, lluvia o viento. A pesar de que buscamos el clima perfecto, la realidad es que no siempre se va a dar.

Sabemos que no podemos controlar el clima, y lo mismo ocurre con nuestras emociones. Debemos aceptar y aprender a vivir con todas las estaciones internas que residen en nosotros. Antes de entender esto, solía esforzarme por estar feliz y optimista sin importar lo que sucediera en mi interior. Sentía que debía mostrarme alegre para alegrar a los demás, aunque por dentro me sintiera desbordada. Ocultar mi tristeza detrás de un optimismo forzado era como salir sin paraguas durante una tormenta: inevitablemente terminaba empapada.

Con el tiempo, aprendí que la verdadera felicidad proviene de aceptar todas mis emociones, incluso aquellas que preferiría que no estuvieran, sin intentar esconderlas. Ahora, acepto mis días nublados, cuando todo parece sombrío. Acepto también mis días lluviosos, cuando no puedo contener las lágrimas. Incluso acepto mis días de viento, cuando mis pensamientos vuelan de un lado a otro y no puedo terminar nada ni mantener mis ideas en su lugar. Y cuando algo me enoja, lo acepto, así como un rayo en medio de una tormenta, sabiendo que esos momentos de explosión también forman parte de mi naturaleza.

Lo que podemos aprender de estos días difíciles es que son necesarios para nuestro crecimiento. Cuando aparecen, nos dan la oportunidad de mirarlos, conversar con ellos y entender qué nos están diciendo. Quizás están revelando alguna herida oculta o una lección que aún no hemos aprendido. Al escucharlas y darles el espacio que necesitan, podemos sanarlas y liberar su influencia sobre nuestra vida. Así como la tierra necesita la lluvia para nutrirse y florecer, nosotros necesitamos atravesar por esos momentos de tormenta para fortalecernos y evolucionar. Es en esos días nublados y lluviosos donde realmente crecemos y nos preparamos para recibir el rayo de sol que vendrá después.

Ese rayo de sol, la claridad y la paz que llegan después de una tormenta, es lo que hace que todo valga la pena. Pero para llegar ahí, es esencial aceptar y atravesar los desafíos. Cada emoción, cada experiencia, tiene un propósito, y al aceptarlas, nos permitimos crecer y alcanzar nuevas etapas en nuestra vida, construyendo una vida más plena y auténtica.

Así que, te invito a que aceptes todas tus estaciones internas. Cuando haya lluvia en tu vida, lleva tu paraguas, pero recuerda que esa lluvia es necesaria para que florezcas. Aprende a vivir con cada cambio, porque después de la tormenta, siempre llega el sol, y con él, una nueva oportunidad de crecimiento y felicidad auténtica.

Por Marcela Allen Herrera. Experta en Mindfulness y Filosofía del Nuevo Pensamiento.

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